miércoles, 21 de septiembre de 2016

La dictadura del WhatsApp, una aplicación amiga y enemiga a la vez

WhatsApp causa problemas pero, como en tantos otros ámbitos de la tecnología, la dificultad no reside en la aplicación misma, sino en el uso que algunas personas hacen de ella: sustituir el contacto directo con los otros, por un contacto a través de algún aparato.

Si tú vives en Benicarló y tienes que comunicarte con alguien que está muy lejos, este tipo de medios son una bendición. Sin ellos sería imposible tener una comunicación en tiempo real y a bajo coste, como ocurre actualmente. 

El problema aparece cuando utilizamos estas aplicaciones hasta para comunicarnos con las personas con las que vivimos, o trabajamos o estudiamos. Gente a la que perfectamente podrías buscar y encontrar para conversar cara a cara. Esto se agrava cuando progresivamente dejas de ver a casi todas las personas para tener los ojos clavados en la pantalla del móvil. 


Especialmente con WhatsApp y sus grupos, los usuarios experimentan una nueva necesidad: estar conectados todo el tiempo. Revisar una y otra vez la dinámica para saber qué dijo fulano o qué le contestó el otro. Lo curioso es que estas conversaciones suelen ser de una trivialidad asombrosa, pero aún así, algo en el interior obliga a formar parte de ellas y a no perderlas la pista. 


Lo cierto es que el uso desmedido de estas tecnologías puede traer como consecuencia problemas crecientes con el estudio, el trabajo o las relaciones interpersonales. En particular,algunas personas terminan utilizando el WhatsApp para aliviar o enmascarar un malestar emocional, como puede ser la soledad, el aburrimiento, la ira, la ansiedad o la timidez.