Mamás y papás, maestros, educadores y cuidadores elogiamos, premiamos y castigamos conductas diariamente, a veces sin darnos cuenta de ello y de la importancia que tienen determinadas palabras o hechos.
A menudo nos quejamos de que nada parece tener efecto en nuestro hijo, ni bueno ni malo. Decimos, porqué así lo pensamos y creemos, que nada es eficaz, que a pesar de haber reprendido o castigado a nuestro hijo por una mala conducta éste sigue realizándola. Nos cansamos de repetir una y otra vez "no saltes en el sofá", "no empujes", ...
En otras ocasiones, el tema es otro, parece que por mucho que le demos y le compremos nunca esté contento. La frase típica "si lo tienes todo, ¿qué es lo que te pasa, qué es lo que quieres?"
Sí, castigamos y premiamos
¿pero sabemos cómo hacerlo para que realmente los premios y los castigos tengan el efecto que deseamos y buscamos?
¿pero sabemos cómo hacerlo para que realmente los premios y los castigos tengan el efecto que deseamos y buscamos?
¿Qué es lo que tenemos que tener presente para que resulten eficaces?:
- Es importante conocer bien al niño, saber qué considera el niño un premio (consecuencia gratificante) y un castigo (consecuencia negativa).
- Debemos tener en cuenta su edad y capacidad de comprensión.
- Tienen que ser proporcionales a las conductas.
- Realizables.
- De cumplimiento inmediato. Cuanto menor es la edad del niño, más cercanas en el tiempo a la conducta que se quiere modificar.
- Dirigidos a una sola conducta en concreto para que el niño pueda identificarla más fácilmente.
- Es importante no hacer generalizaciones ya que corremos el riesgo de "etiquetar” a los niños (por ejemplo:”Este niño es imposible”). Los niños cumplen con el papel asignado y responden a las expectativas creadas.
- Intentar que los premios no sean materiales, buscar otros reforzadores que motiven al niño.
- La valoración positiva y el reconocimiento son siempre la mejor recompensa, aumentan la satisfacción personal y la autoestima del niño, ayudan a eliminar etiquetas y mejoran el vínculo entre padres e hijos.
- Controlar la cantidad: El exceso de premios o de castigos son perjudiciales y a la larga dejarán de tener efecto.
- Evitar abusar del no. Con tantas prohibiciones los niños se vuelven inmunes. Ya no hacen efecto sobre ellos.
- Se tienen que ir retirando a medida que la conducta se está consolidando o se está extinguiendo, lo cual indica que el niño es capaz de autorregular sus acciones.
- Ser constantes en la aplicación de las consecuencias, hacerlo de forma continua y dando siempre la misma respuesta. Así transmitimos firmeza y seguridad, al tiempo que damos al niño la oportunidad de decidir si realiza o no la conducta en función de las consecuencias que serán predictibles.