Preciosa historia que aborda el tema de la discapacidad en la infancia, aunque, y esto es algo que entiendes después de releerlo y recontarlo varias veces, es un pequeño tesoro que, entre la ingenuidad de sus dibujos y la simpleza de sus textos, encierra otros importantes aprendizajes.
Uno de estos mensajes
ineludibles es el de la trascendental importancia que tiene para la educación el
contar a nuestro alrededor con personas sensibles y cariñosas, con personas
dotadas de una mirada especial, de un tacto especial, capaces de acercarse al
niño desde el cariño, escuchando más allá de rabietas, de trastadas o risas,
entendiendo el mensaje de las necesidades y del cariño que todo niño, toda
persona en realidad, entona con frecuencia.
Me encanta esa página del libro en
que la persona extraordinaria (la maestra, la madre, la amiga, la monitora, la
terapeuta,… la “maga”) se acerca a Lorenzo cargada de cariño y le enseña su
pequeño cargamento de defectos, su pequeño “cacito verde”, poniéndose a su
nivel, mostrándole que nadie es perfecto, que todos tenemos defectos y virtudes.
Que a las personas se las acepta y quiere por lo que son, no por lo que podrían
ser, ni por lo que deberían ser.
La persona
extraordinaria, con su traje de flores, ofrece a Lorenzo las herramientas para
manejarse en la vida con normalidad, para vencer sus miedos, para vivir una vida
plena, para ser feliz.
Sería difícil encontrar entre las
páginas de los gruesos manuales de pedagogía una descripción más profunda y más
detallada de la labor docente. En apenas una docena de páginas, en apenas un
puñado de garabatos, queda plasmada la esencia, la magia del proceso educativo,
la magia del proceso terapéutico.