Cuando alguien importante, visita un lugar, las autoridades
y muchas personas salen a las calles y lo saludan con pancartas, y flores. Y
a veces se sube a un coche descapotable para que todos puedan verlo. Pues algo
parecido le sucedió a Jesús.
El domingo antes de morir, Jesús fue con sus amigos a Jerusalén...
y les pidió que consiguieran un borrico para entrar a la ciudad. Una multitud
salió de sus casas a ver a Jesús.
Habían oído cosas hermosas de Él, de su amor por los niños,
por los pobres, de que curaba a los enfermos.
Y Jesús recibió los saludos de la gente con una sonrisa humilde y mucha paz. ¡Hoy le saludamos nosotros!