La irascible Cleopatra tiene un problema. No consigue que nadie retrate su nariz a su gusto. Ahmes, un aprendiz de pintor dedicado a tareas menos interesantes, tiene que llevar el retrato a la reina. Es en el palacio donde comienzan sus problemas. Los pasillos resuenan con los gritos de aquéllos que han decepcionado a Cleopatra.