A menudo los maestros se encuentran en la clase con niños que presentan algunas de estas conductas:
-Hiperactividad: niños excesivamente inquietos con su cuerpo, manos, o pies cuando debe permanecer sentados, hablan en forma excesiva, corren y saltan por todos lados.
-Impulsividad: muchas veces responden sin haber terminado de formularles una pregunta, o tienen dificultades para respetar su turno, interrumpen las actividades o las conversaciones de otros.
-Dificultad de atención: parecen no escuchar cuando se les habla, se distraen frente a estímulos ajenos a la actividad que están realizando, se olvidan de cosas o actividades cotidianas, son desorganizados en sus tareas o actividades diarias, no terminan lo que comienzan, evitan o le molestan las actividades que requieren períodos de atención sostenida.Algunos de estos niños pueden llegar a tener lo que se denomina déficit de atención. Los que lo padecen ven limitado su aprendizaje y para los maestros suponen un elemento de dificultad añadido por los efectos que puede tener su comportamiento en el grupo.
Normalmente el déficit de atención se da
conjuntamente con la hiperactividad y la impulsividad, rasgos que se
incluyen dentro de lo que conocemos como TDAH. (Trastorno de déficit de atención con hiperactividad).
Estas conductas, se presentan con una intensidad y
frecuencia mayor a la esperada, y ocurren en más de una situación o
contexto, ya sea en casa, la escuela o en eventos familiares o sociales
donde se espera cierto autocontrol.
¿Qué es el Déficit de Atención?
El déficit de atención (con o sin hiperactividad) es básicamente un trastorno de tipo neurobiológico. Por tanto, no es debido directamente a causas de tipo emocional, social, educativas, etc., si bien, éstos factores pueden agravar el problema.
El TDAH tiene un componente genético importante, que determina hasta el 70 por ciento del trastorno.
Estos niños pueden parecer “sordos” delante cualquier demanda del adulto. Por el contrario, pueden oír o atender a estímulos irrelevantes que sólo ellos perciben. En ellos suele cumplirse aquello de que: “estén en todo y no están en nada."
La mayoría no son discapacitados intelectuales a pesar de que es muy probable
que desarrollen problemas específicos del aprendizaje y se produzca un cierto retraso escolar. Ello no es impedimento para que en la etapa adulta consigan, dentro de sus áreas de interés, logros académicos o laborales.
que desarrollen problemas específicos del aprendizaje y se produzca un cierto retraso escolar. Ello no es impedimento para que en la etapa adulta consigan, dentro de sus áreas de interés, logros académicos o laborales.
Lo que sí ocurre con cierta frecuencia es que son claros candidatos a desarrollar problemas específicos del aprendizaje (dislexias, disgrafías, discalculias, etc.) debido a sus problemas de atención y la dificultad de trabajar en tareas secuenciales o de seriación.
A medida que el niño crece y acumula cierto retraso en el aprendizaje pueden aparecer una baja autoestima, desmotivación y abandono fácil de cualquier actividad académica.
De ahí la importancia de su detección temprana y su tratamiento multidisciplinario, donde deben estar incluidos los padres, profesores, médicos, psicólogos y neurólogos.
Es importante tener en cuenta que no todos los niños que les cuesta
permanecer tranquilos, controlar su conducta o prestar atención, padecen
de TDAH .
Existen otros factores que favorecen la falta de atención de los más pequeños de manera puntual o generalizada. A veces esas conductas pueden darse sólo en un entorno (casa o escuela). En ocasiones puede deberse a cambios de ambiente, problemas en sus relaciones, celos, temores, falta de límites, cansancio por alteraciones en el sueño... O quizás, simplemente, puede tratarse de un niño más inquieto dentro de una variable normal del desarrollo.
Cuando estas conductas se prolongan e influyen negativamente en su vida diaria, es el momento de acudir a la consulta.
Sea cual fuere el caso los adultos pueden intervenir y
potenciar la capacidad de atención mediante ejercicios sencillos y
juegos que enseñen a los niños a retener la información importante e
ignorar las distracciones.
Existen otros factores que favorecen la falta de atención de los más pequeños de manera puntual o generalizada. A veces esas conductas pueden darse sólo en un entorno (casa o escuela). En ocasiones puede deberse a cambios de ambiente, problemas en sus relaciones, celos, temores, falta de límites, cansancio por alteraciones en el sueño... O quizás, simplemente, puede tratarse de un niño más inquieto dentro de una variable normal del desarrollo.
Cuando estas conductas se prolongan e influyen negativamente en su vida diaria, es el momento de acudir a la consulta.