Esta fábula original de Hsien-Sheng Liang nos presenta dos lecciones
importantes:
1. La palabra tiene poder de vida y muerte.
2. Una palabra destructiva dicha a alguien que se encuentre desanimado
puede ser lo que lo acabe por destruir. Tengamos cuidado con lo que
decimos.
Pero nos hemos encontrado con otra no tan explícita:
3. Una persona especial es la que se da tiempo para animar a otros.
¿Qué os
parece si hacemos oídos sordos a las cosas negativas y comenzamos a animarnos y
a hacer algo para que este tiempo que nos toca vivir, sea mucho mejor
para todos?