La motivación está íntimamente ligada a los deseos, las expectativas y las ensoñaciones.
Los niños quieren conocer, saber y entender el mundo que les rodea. Esa
puede ser la excusa perfecta para animarles a estudiar.
1. Curiosidad: Mantener el interés por aquello
que les rodea les hará querer aprender y para ello estudiar. Es un
círculo vicioso positivo que si conseguimos crearlo no desaparecerá
nunca. Desde saber por qué llueve a entender los sistemas operativos
informáticos su deseo de entender será el motor del estudio.
2. Crear vínculos emocionales: Las frases de
reconocimiento crean anclas positivas que fomentan la motivación para el
estudio ya que tendemos a repetir aquello que nos gusta y no hace
sentir bien. Felicitarlo por el trabajo bien hecho y por el esfuerzo
realizado afianza su personalidad y potencia la autoestima.
3. Creatividad y juego: Entender los euros, las sumas y
las restas acompañando a los padres a la compra y convertir en un juego
las operaciones es un ejemplo de cómo se puede hacer de una asignatura
un divertimento. Esto propicia un refuerzo positivo que le ayudará a
seguir aprendiendo. También se pueden utilizar cuentos de forma
inconsciente crearán en los niños un poso de motivación.
4. Recompensar el esfuerzo y los resultados: Premiar a
los niños por los buenos resultados les anima a repetirlos. Sin embargo,
no tienen por qué ser premios enlazados con el consumo. Salir a parque,
preparar un bizcocho o realizar una actividad extraordinaria puede ser
buenos acicates para los pequeños.
5. Potenciar la responsabilidad personal: Si el niño se
siente responsable de sus propios resultados querrá mejorarlos. No vale
poner como excusa la personalidad del profesor o la falta de tiempo del
alumno para hacer los trabajos. Fomentar la responsabilidad individual
es principal para que en la adolescencia los chicos sigan estudiando ya
que en esa etapa la influencia de los padres disminuye considerablemente
a favor de la de sus iguales.
6. Convertir el estudio en experiencia: No todos los
temas pueden llevarse a la práctica, pero muchos de ellos sí,
especialmente en las primeras etapas educativas. Así podemos decirles a
nuestros hijos: ‘Cuando conozcas bien los tipos de rocas y su dureza
saldremos a la montaña a recoger algunas para que las clasifiques’. Para
tareas más arduas como mejorar la expresión escrita se puede crear un
blog o inventar cuentos para regalar a los amigos, o los familiares.
7. Eliminar el refuerzo negativo: Del mismo modo que
las frases positivas y de ánimo mientras están trabajando ayudan a que
se creen anclas que relacionen la hora de hacer los deberes o de
estudiar con algo agradable, los gritos, imposiciones o frases
despectivas como ‘no sabes hacer nada’ minan la autoestima del menor y
le provocan un rechazo inconsciente hacia los libros y las tareas
escolares. Un buen entorno de estudio, ordenado y sin distracciones es también muy importante desde un punto de vista formal para mejorar la concentración.
8. Establecer retos: Si nuestro hijo tiene dificultades para concentrarse o para estar mucho tiempo sentado la mejor manera de motivarle es incorporando retos al estudio.
Es recomendable dividir la tarea en partes y destinar unos minutos a
cada una. Así para estudiar un tema puede dividirlo en lectura, esquema y
memorización en dos tramos con 15 minutos para cada una de las secciones. El niño sentirá que está en un juego y que debe terminarlo en el tiempo establecido. Así se le hará más corto.
9. De lo bueno lo mejor, de lo peor lo suficiente: No
todos tienen que ser linces en matemáticas, lengua o idiomas. Cada niño
tiene puede tener una serie de habilidades diferentes a las de su
compañero de pupitre y de hecho, es lo habitual. En ese sentido, no
debemos focalizar el esfuerzo en aquello que se le da peor porque puede
provocar frustraciones. En los estudios superiores es cuando más se
aprecian estas diferencias, así, si un niño es muy bueno en matemáticas
pero tiene más dificultades en lengua podemos llegar a un acuerdo que no
le provoque ansiedad: ‘De acuerdo, puedes aprobar lengua y además en
matemáticas tienes que trabajar para conseguir la mejor nota posible.
Así tendrás una buena media’.
10. El ejemplo: Cuando los niños encuentran alguien en
quien reflejarse se animan para seguir sus pasos y para mejorar. Puede
ser un familiar, un amigo o un personaje histórico. Si identificamos lo
que le gusta, será más sencillo encontrar ese referente.La mayoría de estas recomendaciones ayudan a mejorar la motivación intrínseca que es aquella que hace que quieran estudiar y obtener buenos resultados por razones propias y no por lo que se espera de ellos. Se trata de una motivación más profunda y duradera por lo que requiere de constancia por parte de los progenitores para conseguirlo.