A la mayoría de los niños les entusiasma
disfrazarse y este hobby, además de ser una fuente de diversión, tiene una
función enormemente positiva para su desarrollo.
Vestirse con ropa de otras personas y representar su papel enseña a los
niños a ponerse en el lugar de los otros. Y esto, a su vez, les ayuda a
exteriorizar y a vencer sus miedos: Juan juega a poner una inyección a
su osito y así revive y asimila mejor la situación que vivió recientemente.
Pero además de éste, existen otros muchos beneficios que jugar a los disfraces reporta a los niños:
Favorece
el pensamiento simbólico. Éste empieza a formarse a
partir de los 2 años, cuando la niña lleva de paseo a su muñeca, por
ejemplo. Ayuda a los niños a entender el mundo que los rodea.
Estimula
su creatividad, porque una idea los conduce a otra.
Beneficia
la observación y la imitación. Para poder representar a
una persona (bombero, enfermera...) o a un animal, el niño tiene que
prestar toda su atención. Y la imitación, por su parte, es una fuente
riquísima de aprendizaje.
Prepara a los
pequeños para la vida adulta: hacen que conducen, que se casan, que
tienen hijos...
Si tu hijo va a asistir a una fiesta de disfraces, déjale elegir su traje.
Parte de la alegría de este juego consiste precisamente en decidir, ya que es
algo que no puede hacer casi nunca en la vida cotidiana.
Fíjate en su elección, porque puede darte muchas pistas sobre su mundo
interior: si tu hija quiere ir de princesa, es que le gustaría ser admirada, y
si tu hijo insiste en vestirse de tigre, es porque le encantaría imponer su
voluntad. En cualquier caso, todos los niños disfrutan al verse disfrazados.
Recuerda que este juego no tiene por qué limitarse a celebraciones
especiales. Si regalas a tu hijo un baúl de ropa vieja, se pasará muchas horas
entretenido, interpretando diferentes roles.
No son muchos, pero hay niños que se resisten a disfrazarse, por muy
diferentes motivos: unos no se sienten seguros de sí mismos y les da
miedo salir de su mundo, otros son muy tímidos y les da una vergüenza
tremenda interpretar un papel...
También los hay que se niegan a que les pinten la cara porque no se
reconocen al mirarse en el espejo con ella “maquillada”. Si tu hijo es uno de
ellos, no le obligues a cambiar de imagen. Con el tiempo, a medida que vaya
madurando, se irá dando cuenta de que disfrazarse no es sinónimo de perder su
identidad, sino de pasarlo estupendamente haciendo de otro durante unas horas.