Al niño hay que educarlo desde que nace y continuar su formación a lo largo de toda su niñez, pues desde el momento del nacimiento está receptivo para inculcarle ciertos valores que lo formarán para la vida.
Los niños ven en los adultos el claro ejemplo
de lo correcto y quieren comportarse como ellos. Pero ¡cuidado! Si los adultos
intentan enseñar ciertos valores con discursos pero sus hechos no son
consecuentes a sus palabras, los niños “escucharán” sus comportamientos y aprenderán algo muy distinto a lo que
pretenden esos adultos cercanos.
Hay algunos valores que se
deben inculcar a los niños desde muy pequeños y que son fundamentales en la
convivencia. Estos son:
La obediencia: le permite al niño ir conociendo los caminos por los
cuales debe andar mientras él no distinga bien estos caminos.
El respeto: empieza
cuando los adultos se dirigen a los niños de la misma manera que se espera que
ellos se dirijan hacia los demás.
La
sinceridad: hay que fomentar
que el niño cuente lo bueno y lo malo y que por más grave que sea la falta
encontrará en sus padres una adecuada orientación.
Para
que los niños no mientan se debe renunciar a la violencia como mecanismo de
comunicación intrafamiliar, lo que en la práctica significa no castigarlos
físicamente, no gritarles ni faltarles al respeto, pues se debe recordar que
los niños mienten por miedo, al castigo por ejemplo.
La
responsabilidad: para fomentar la
responsabilidad en los hijos hay que hacerles sentir que son miembros muy
importantes de la familia y que les tienen confianza para que asuman algunas
tareas y encargos en casa.
La
generosidad: para procurar que los
niños y adolescentes sean generosos hay que acompañarlos en la crianza de tal
modo que vean que la felicidad no está en tener muchas cosas sino en tener un
corazón tan grande que les ayude a compartir lo suyo con las demás personas, no
solo en las cosas materiales sino también en su forma de ser: aprender a
esperar, a ceder, a hacer sacrificios por ellos mismos y por los otros.
La voluntad: el acompañamiento en la construcción de la voluntad
pretende lograr que los niños y adolescentes sean constantes y tenaces, que
terminen lo que empiecen, animándolos a hacer todas las cosas que puedan hacer
solos, así como a dejar de hacer lo que no les conviene sin pataletas ni llanto.
El
trabajo constante de los padres por inculcar ciertos valores en los hijos es
fundamental. Si se es firme en este proceso, y se predica con el ejemplo, hay
mayor probabilidad de lograr que estos valores se conviertan en virtudes de un hombre competente y feliz.