¿Ha cambiado la forma de educar a los hijos? ¿Cómo afecta la enseñanza familiar al comportamiento de los jóvenes?
Al convertir a los hijos en el foco de atención de los padres, queriendo darles todo lo mejor y evitar que sufran, podemos pecar de no poner límites y normas.
Existe una sobreprotección de los hijos que puede causarles incapacidad para afrontar adversidades y gestionar sus emociones, fomentando la aparición de ansiedad o depresión en algunos casos.
Estamos en una etapa donde a nivel de pautas de crianza y de educación se ha puesto en duda el modelo imperante con el que se han criado las generaciones que ahora somos padres. Nosotros vivimos mayoritariamente una crianza basada en el respeto a la autoridad representada en el padre, al cual debíamos un respeto por el solo hecho de serlo. Esto también se vivía en la escuela, donde el profesor o profesora representaba una autoridad incuestionable.
Algunos padres y madres, tras haber vivido el autoritarismo del ‘porque lo digo yo’, han puesto en duda este modelo. Las dificultades vienen cuando nos vamos a un modelo donde los límites y normas son muy difusos, y donde la protección de los hijos se lleva a la sobreprotección.
Nos encontramos con adultos que vivieron modelos de crianza más estrictos y que quieren cambiar lo que a ellos les enseñaron. Muchos de ellos han podido estudiar y dedicar parte de su vida a su carrera profesional, lo cual ha retrasado el momento de plantearse ser padres o madres. Además, todo esto sucede dentro de una sociedad cada vez más centrada en el individualismo y consumismo.
En este contexto los hijos, como apuntan autores como José Ramon Ubieto, Mario Izcovich o Eva Millet, se han vuelto un bien muy preciado. Es decir, son el foco de atención de unos padres que quieren dar lo mejor a sus hijos, pero que también los quieren proteger del sufrimiento que ellos han sentido y que es inherente al hecho de vivir. En ese sentido, podemos pecar de no poner límites y normas.
Poner límites no significa ser autoritario. Es importante explicarles que les ponemos límites para protegerles, porque los queremos y queremos que aprendan a relacionarse. Tenemos la responsabilidad de enseñarles a relacionarse con los demás y esto pasa por gestionar sus emociones.